
En busca de los perspicaces entretenimientos visuales de Nacho Casares
- Posted by Natxo Casares
- On 20 mayo, 2019
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Por José Manuel Álvarez Enjuto
El Técnica mixta fue un equipo de fútbol creado, allá por los principios de los años noventa, por un grupo de artistas (de artes plásticas) y críticos de arte. Después se fueron incorporando algunos otros (futbolistas) de otras tantas profesiones: un forense, un juez, un técnico de aviones, un editor… Tras unos cuantos partidos amistosos decidimos apuntarnos a una liga de veteranos (más o menos). El primer año de jugar en esa liga, como anécdota, decir que nuestro equipo encajó cerca de doscientos treinta goles y anotamos ocho o nueve. Considero que deberíamos formar (o formaremos) parte de la lista de los récord guinness, aunque nunca lo sabremos. También he de decir que con el paso de las temporadas y con algunas nuevas incorporaciones el equipo fue mejorando y con ello pudimos dejar lo de los récords. Una de las nuevas incorporaciones fue Nacho Casares, Canuto, y con él la velocidad del equipo aumentó y la calidad de juego también. Corría mucho e incluso si había necesidad de un portero jugaba él. Y eso sí que era un chollo porque nadie quería ni sabía jugar de portero.
Un día, en uno de esos campos de Dios, en el del Complejo Deportivo Somontes, jugando contra un equipo formado por viejas glorias del fútbol español, ex primeras división, un tal Arteche, conocidísimo por los seguidores del Atleti, un jugador enorme y muy guarro (eso decimos de los jugadores tremendos, rompepiernas, de encontronazo brusco, que solo de tenerlos al lado marcándote te hiela la sangre -a nosotros más, claro, por aficionados y pseudojugadores), salió disparado, como una especie de locomotora a frenar el ataque en solitario y a toda prisa de cara a la portería, a por nuestro nombrado Canuto. Solo de presenciar desde la distancia aquella situación, se nos encogió el corazón; Arteche, como he dicho un gigantón cuarentañero y nuestro jovencísimo (diecinueve añitos), iba a por él como enloquecido. Hasta el tal Marcos (Marquitos) exjugador del Barcelona, que estaba a mi lado, suspiró, e incluso creo que se encomendó a la virgen para que aquello no pasara a mayores, es decir, que nuestro jovencísimo Canuto, no fuera en vez a la portería suya, sino al quirófano de urgencias del hospital más cercano.

Pero, ah, los hados, cuando el tal Arteche entraba con un obús a los pies de Canuto, Canuto, cual felino, saltó por encima de las piernas del temible defensa embestidor no solo sorteándolo sino que salió y continuó disparado cara a la portería contraria. Una maravilla y una anécdota que, hoy al escribir de Canuto allende los años, no puedo dejar de referir en este pequeño relato.
Bien, pues Canuto, posteriormente Nacho Casares, resultó que también era artista (de Bellas Artes) lo cual no sólo mejoró el nivel de fútbol del equipo, sino que además mantenía el porcentaje de futbolistas de arte en el equipo porque iba descendiendo a marchas forzadas. La consecuencia que fuera de Bellas Artes es que, a partir de saberlo, comenzamos a invitarlo a cuanta actividad artística se generaba nuestro alrededor por la vida de los artistas del equipo. Inauguraciones, comidas, fiestas, esas cosas. Razón por la que con los años se mantiene un hilo conductor. Éste por el que hoy escribo este relato.
Después de más de veinte años, un día encontré el nombre de Nacho Casares en un comentario sobre otro artista en internet, y ¡ahí va… Canuto! Me puse en contacto con él, por los viejos tiempos, y a comer en su estudio una paella. De la paella esta exposición que comentamos: Intrañezas, en el estudio Lavagne Projects, en Valenzuela 8, a partir del 24 de mayo.

Una obra llena de chispa y sentido del humor, recogiendo, o mejor revueltas entresu regazo, numerosas ingeniosidades. Un mundo masivamente poblado de artificios e insinuaciones de accesos a dédalos iconográficos. Se trata de universos de imágenes superpuestas entre sí a modo de desórdenes controlados para lograr efectos armónicos hiperactivos, intensificados por las actuaciones individuales donde la responsabilidad del protagonismo se ajusta a un todo completo y único: una escenografía totalizada sin fisuras como resultado final. Pero ahora bien, como se ha escrito más arriba, esa escenografía totalizada es consecuencia del papel individual que juegan todos los personajes activos en el curso de la composición. Cada uno de éstos participa en el hilo narrativo de la obra con actuaciones estelares. ¿Dónde podemos y de qué manera destacar los principales actores de las obras? No es fácil a pesar del volumen que algunos de éstos protagonizan en la secuencia mostrada. No son más importantes en el desarrollo de la trama que los figurantes posteriores, esos semiescondidos, apenas insinuados por los distintos estadios de las áreas intervenidas.

La obra de Nacho Casares nos proporciona, a través de esa hiperactiva escenografía, una amable satisfacción. Mirar sus obras, escudriñarlas, adentrarse en ellas, husmear entre sus laberínticas desenvolturas, nos permite disfrutar de una propuesta divertida, plácida, entrañable. Es, a veces, como si nos condujera a pretéritos lugares de la infancia, a jugar con aquellos nuestros ayeres donde la fantasía, la imaginación desbordada, la silimitud de los sueños y los deseos no tuvieran término. Sus obras parecen tener la ligereza y el desenvolvimiento que sus pies tenían en la época del fútbol y saltar vivazmente como saltó cual felino ante aquella embestida descomunal del famoso defensa brutal del Atleti, aquel desaparecido, recordado y querido por sus aficionados Juan Carlos Arteche (In memoriam).
De la obra de Casares hay que destacar la gracia, el regocijo, el ingenio, elesparcimiento absolutamente consubstancial, pero dentro de todo eso, de ese entramado de imágenes superpuestas en la construcción de un espectáculo cordial y afectuoso, descubrimos un profundo desarrollo de la composición iconográfica, de pericia cromática, de sutileza descriptiva inspirada por su carácter mismo intuitivo, perspicaz, agudo. Y el resultado de todo eso es esta colección que se muestra en esta exposición y que ya desde la misma tarjeta anunciativa de la muestra destacan la mayor darte de los argumentos aludidos. Chispa, entretenimiento, sentido del humor, desparpajo. En definitiva, una colección repleta de oraciones o de narrativas visuales que nos facilitan y nos permiten adentrarnos o evadirnos o regocijarnos a cuantos universos estemos dispuestos a visitar según cada estado de ánimo. De ahí esta obra distendida de enorme atractivo visual y bullicio cromático. Jubiloso encuentro.
Aquella carrera en solitario de Canuto en busca de la portería contraria sorteando el entradón de Juan Carlos Arteche terminó en GOL.
José Manuel Álvarez Enjuto
Desde mi atalaya
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